viernes, 7 de noviembre de 2008

3. LA SIESTA EN EL PARQUE

LA SIESTA EN EL PARQUE



POEMA DEL CARACOL

El mar es más exasperante
que las crustáceas caracolas;
las caracolas adornan las ventanas
de Tierra Adentro.

El caracol es una espiral hipersensible,
como la inerme vivisección del oído.
En el fondo de la oreja
el sonido enardece.

¡Oh conquistador!, contra ti mismo
ajusta tu armadura.

Más que el mar es el rumor del mar
lo que vuelve absoluta
la canción de las sirenas.

El radio portátil del caracol y las orejas
sintoniza inminencias de amor.
¿Desde qué oculto micrófono
vienen estas pulsaciones de la sien?

Oír de lejos es el clímax del ruido:
Nostalgia, ilusión óptica,
la distancia
hace posibles el fervor de los fervientes.

***
Víctor es blando como el caracol,
y enroscado como el inmóvil y duro caracol,
que al caracol encierra.

La canción de las sirenas
en el rumor de la oreja.
(De madrugada, la estación de radio no trasmite más;
el pobre aparato vibra sin señales.)

Cada cual tiene su modo de callarse.
Radio desenchufado, caracola rota,
¿y si se nos fuera la electricidad?

Víctor se enfunda y enrolla
en el más largo de sus abrigos de invierno,
cierra los párpados,
endurece el pellejo, aprieta los dientes
y con todos sus dedos pretende el pobrecito
tapiarse cada oreja.

Inmóvil receptor de lejanas realidades:
el silencio en la mente
es canción más lejana
que el rumor insistente del mar.



POEMA DE LOS BÚHOS

L'homme ivre d'une ombre qui passe
porte toujours le châtiment
d'avoir voulu changer de place
.
BAUDELAIRE

Como si el único golpe de viento fuera un soplo fío
en una hora mustia que no dispersa el polvo,
ni alborota las faldas del abrigo
y nada se despluma ni vuela la hojarasca.
Un soplo frío que seca la piel y empaña los ojos:
el aire muerto y la ácida erosión de la saliva.

Hay búhos en las paradas de camión y tras las ventanas:
se les reconoce por la locura inútil
de sus cuerpos bofos.
(Las garzas, los pavorreales,
las viejas follies de grandes plumas,
los labios rojos, la hecatombe
de plumajes desbandados
por la sirena súbita de la policía.)

Con las manos crispadas al borde del lavabo,
me veo ojos de búho en un espejo tan hondo
como noche lodosa sin final de la calle.
(Este viento que no limpia de un brochazo la ventana,
que ni agita la ciudad ni la alucina.)

Búhos maestros, contadores, médicos, dentistas;
búhos arquitectos, ingenieros, actorcillos;
búhos pintores de búhos, búhos empleados de banco
(voz de búho): —¿Cuánto cobra?

El lento regresar a casa entre sombras de árboles
e impávidos fogonazos de automóviles.

Un borracho derribado en la noche,
callejero como un charco,
bajo la luna convexa.

También hay búhos submarinos de tan desvelados;
callejonean sonámbulos como peces profundos.
Efecto de acuario: el cielo se aclara
entre luces mercuriales.

El viento que nos fija a todos.
Endurece los ojos y les saca ojeras.
Enfría los dedos y les saca punta.
Como reyes Midas, con las suaves manos,
con ojos abiertos y vestido opaco,
cuanto tocamos se vuelve arena de luna...

El búho no mira: no se desborda en lo mirado:
¿Cómo salirse del cuerpo
por unos ojos que la luz no rompe?

(Bajo la luna silenciosa
entre las sombras del parque
se desordena la rosa.)

(Tullido, canta a Agustín Lara
en la esquina el limosnero:
¿quién más solo y más soltero?)

Búhos enraizados en ramas y brazos de estatuas.
Búhos con zapatos duros y periódicos bajo el brazo.
Búhos que sorben solos su café helado.
Búhos trepados en la barra de lujosos bares.
Búhos caídos borrachos bajo los faroles.
(Y sin embargo, oh: ¡las vacaciones, las garzas,
los pavorreales!)



LA SIESTA EN EL PARQUE

Los condominios, el crecimiento demográfico
estragan los parques públicos.
Sin murallas de árboles
el sol nos toma por asalto.

Hoy hice larga cola
para tenderme bajo un árbol.
Y otros aguardan su turno.

—¿Más inquilinos
para árboles tan escasos?

Los pájaros huyen indignados,
se paran en los cables eléctricos
como en huelga a la intemperie.

Nada tengo contra los pájaros
si no pretenden que duerma
mi siesta sobre el asfalto.

Les chiflo, les sonrío, los llamo
a ocupar las ramas más altas de mi árbol.
No me responden, aristocráticos.

Nos miran como a plebe subvertida
que convirtió en tianguis sus palacios.
(Ciertamente tiramos basura,
pero no es para tanto.)

Los pájaros se tornasolan
bajo el soplete del sol en verano.
No ceden, prefieren quedarse
sobre los cables, en pie de huelga:
quietos, dignos, calcinados.



LETANÍA DE PÁJAROS

Pájaro suelto, el poema
palpita entre las páginas y vuela;
leer al aire libre es ventana abierta:
breve distracción ¡y hasta la tipografía vuela!
Leer a puerta cerrada es lectura usurera,
leer con lápiz y notas
(enjaular al pájaro en la mollera)
es andar como loco todo el día
con revoloteos dentro de la cabeza.

La memoria del lector es follaje de selva:
bullen cacatúas, boas, aborígenes
y el aforismo pantera;
el olvido del lector: cementerio donde quedan
—borrosos epitafios—
los rasgos esenciales del poema.

El poema gallináceo, ornitorrinco, tortolilla,
la cotorra embustera,
el poema buitre, cóndor-águila nacionalista,
el cisne-curvadamente-fálico, la mosca jodona, el búho-poema,
nacen como son de quien inevitablemente los engendra
y (poema tortolilla, poema ruiseñor, vampiro-poema)
sólo en cerebros que les corresponden se asientan.

Todos los poemas son naturaleza,
pero hay especies de poemas para especies de cabezas.
El gusto del lector habla más de su corral que del poema.
El pato y el cazador son un encuentro de torpezas
unidos por el siglo de = de una mirilla de escopeta.



POEMA DEL GATO

Tomo mis distancias cuando aparece el amor.
Así el gato se aleja de su bola de estambre.
Atrapo al amor, lo jalo, brincoteo con él,
se me escapa en catapulta
y yo salto a esconderme por si resulta búmerang.

Trepado en la mesa,
veo al desmadejado y quieto amor
bajo el sofá.

No importa entonces que me emborrache.
Canto con mis amigos historias de amor
(qué protectores los amigos,
los libros, el alcohol y la guitarra).

Me acuerdo del amor otra vez.
Me acerco lentamente,
aproximo mi temblorosa garra,
me revuelco con él
y nos deshilachamos juntos.

Así el triste gato,
enredado en ruinosas madejas,
sin zafarse del todo ni morir,
mira las hebras
y maúlla muy quedo.



SEGUNDO GATO

Un gato. Su pelambre
casi miel, de ámbar,
como flotando
en el chicloso atardecer
del verano.

Sus ojos, casi miel,
de ámbar,
como mirando
en la ventana
el atardecer pálido, de ámbar.

Como sombreando
una habitación antigua,
con gato solitario, pero no:
en esta luz
mortecina, casi ámbar,
unas manos aparecen
y lo toman
como si fueran a amarlo.

Ronronea
y sus colmillos
se recortan,
y sus ojos
brillan,
y las garras...

Oriental,
se tiende el gato
—sus prestigios faraónicos,
leyendas, supersticiones,
sus perezas de erotómano—
sobre la falsa otomana
del regazo de su amo.

Las penumbras
casi miel, de ámbar,
mortecinas:
atardecer del verano.



ARCADIA

Prende el sol su cielo, su llamarada
en el lago. Los árboles inversos
chorrean verdes y cafés diversos
tras las ruinas de la iglesia bañada

en el sol madrigal de la alborada.
Chopos, pájaros, insectos, leer sos-
layadamente aquellos viejos versos
que ha fijado el paisaje en su fachada.

No hay presente: un tiempo bucólico
disuelve mi mente contemporánea.
Y parezco volver a ser católico:

a la luz astillera y miscelánea,
la vista se retrata en fondo eólico
con campanas y lago y voz de Arcadia.


BUCÓLICA

El corazón innecesario,
bostezan los sentidos.
El corazón en hito,
los sentidos hacen feria.
El corazón flechado,
¡motín de los sentidos!
Muge, sagrado, el corazón,
y los sentidos pastorean.


VER EL MAR

Atleta o bestia
el mar por la tarde
duerme la siesta.

La tarde como armisticio:
la noche transformará el mar
en carcajada o mordisco.

Moscas acaloradas,
las gaviotas
lo arremeten por oleadas.

La ola crecida,
manotazo colérico
contra gaviota atrevida.

El sol reverbera:
aceite bronceador, sudor untuoso
en la espalda atlética de la marea.

Y en las de los bañistas que se asolean
boca abajo, sobre la arena.


LA CIUDAD TAN PERSONAL

Y más lejos de la calle más lejana que llegaras a caminar, más perdido entre cruceros, retornos y avenidas; más escondido aun entre semáforos descompuestos, señales caídas y orientaciones de mala fe.
Acaso cerca de un templo o de un supermercado, donde llora una adolescente recién embarazada, uno de esos puntos frágiles donde la ciudad se te vuelve personal, y con sólo sospecharlo se te desordenan los nervios, duele el estómago y nunca el cigarro te había sabido tan agrio.
Donde el viento polvoso y el ruido del tráfico ni siquiera te den tiempo de ponerte triste y sólo puedas exasperarte.
Más lejos aun, entre gente que discute y se pelea por los precios de los productos o por un partido de futbol. Y jóvenes asqueados de la vida, y jóvenes a punto de pegarse un tiro o de dispararlo contra otros, y jóvenes a punto de casarse por amor.
Mientras las familias se encajan las uñas en las palmas frente al suspenso de la tv y alguien saca punta finísima a su lápiz y escribe "La ciudad tan personal"...



CAZADORES DE CABELLERAS

Todo existe en la ciudad amplia: tiene barrios lejanos que nunca he conocido y vecinos enigmáticos que no conoceré nunca;
en alguna esquina han de colgar jardines babilónicos, y hay reyes, esfinges, profetas, asesinos, héroes, tiranos, en cada carro del metro;
en barrios lejanos, tan lejanos como civilizaciones de fábula, viven muchachas isolda, muchachas electra, muchachas ifigenia,
y en colonias periféricas e incluso en el edificio de departamentos que habito, hay alicias de nueve años con su país de maravillas.
A las dos en punto, salen dariamente de la escuela primaria cientos de tomsawyers, mil capitanes piratas y pandillas de indios cazadores de cabelleras.



MARIPOSAS

En los parques, las flores tan bien educadas por los jardineros-preceptores del ayuntamiento,
como esas chicas más frescas y brillantes aun que sus clarísimos vestidos de primavera,
platicando por ahí con sus libretas y sus dulces y sus morrales llenos de fotos de cantantes;
festivas como el desorden, bandadas de chicas, cuando aparecen espesas nubes de mariposas;
batir de alas, las chicas y las mariposas: a derecha y a izquierda; al suelo, al cielo.
¡Por aquí! ¡Por allá! ¡Lola, en tus narices! ¡Marta! ¡María! ¡Lulú!
Exclamaciones y risas: ondear de mariposas como brisa en los velos.
Como libándose unas a otras, las chicas, cual corolas, haciéndose la corte entre reverberaciones.
¡Allá va! ¡Esa! ¡Oh! Revoloteos. ¿Cuál es la flor y cuál la mariposa?
[El silbato del globero.]
¡Una paleta! ¡Un helado! Hermanita, ¡qué calores!
Golosas, frescas, dulces, golosas, ¡qué calor!, golosas, diez, doce, trece años; todas risa, todas exclamaciones.
Volados con el merenguero, y luego echan a correr todas juntas, junto a la fuente, nomás para joder y desbandar a los pichones.



GANDAYITAS

Los gandayitas juegan luchas en el parque;
se sienten malos,
malos como la noble maldad
a puño limpio sobre el ring;
sólo los árbitros son perversos,
¡abajo los jueces!
¡los jueces siempre apuñalan por la espalda!

Se sienten malos y resplandecen
con toda su feroz adolescencia,
como jamás los verán resplandecer
el cura ni la novia,
ni sus sufridos padres
que ya no los soportan
y en sueños los ven ya convertidos
en pequeños delincuentes y drogadictos.

Todo porque llegan a casa
como de prisa y con ganas
de largarse cuanto antes a la calle,
y no les gusta ir a confesarse como antes
ni les da la gana
comentarle a la familia lo que hicieron en la escuela.
Es alta esta tarde en que se sienten malos
y la clase de biología
les importa un verdadero carajo.



ECHADO SOBRE EL PASTO

Echado sobre el pasto,
tapándote del sol con un periódico deportivo,
de pronto, entre bugambilias,
como arrancados del mazo del tarot,
como un mensaje urgente para ti
desde el reino de los arquetipos,
graznan en el parque Los enamorados.
Roncos, roncos en su risa,
en su juego ronco de risas y besos.
Tu mujer también los escucha,
también recibe el mensaje.

El sol dominguero es apenas tibio,
brillan las medias de tu mujer descalza
entre la yerba;
de pronto estás orgulloso de tu edad
y de tu barriga en gran camisa blanca
y de tu melena entrecana
y de tu dulce mujer con lentes.
Ella se ríe, loco, de tus ocurrencias
y de que, casi en secreto,
todavía son jóvenes, a solas.
Graznan, roncos, en su risa,
envueltos en su risa se besan.



RIMADO MATUTINO

Tengo pasta de dientes: luego, existo.
El sueño como un estercolero.
Uno se reviste de Humanidad por la mañana.
El trabajo para el súper y el casero.
Cepillados, los zapatos lucen bien.
Los zapatos son el porte entero.
Y al comprarlos, memento homo: "volverás
por nuevos pares en julio y en enero".
Acaso exista Dios, en su retiro
de expresidente priísta y matraquero,
en un hoyo oscuro del universo, cuidándose
de que no lo pesque de pronto un reportero:
"¿Qué hizo usted, Creador, de sus criaturas?,
¿le parece justo tenerlas sin dinero?".
El buen Dios, como un playboy de libre empresa,
sabe tres respuestas para salir del atolladero.
Para entonces ya desayuné, y leí
en el zodiaco lo que los astros dispusieron
que fuera este día gris, agenda llena
y la melancolía de prisa en el pesero.
La eléctrica ciudad canta falsos amores en la radio
para desamados amantes verdaderos.
"¡Ciudadanos!", clamó la propaganda electoral
y el pequeño corazón, airado y patriotero.
Grandes esperanzas en un aparador,
cifras alquímicas que se pueblan de ceros.
Se habla de inflación, de crisis
de divisas, de Patria y de mercado petrolero,
de la deuda exterior y la reciedumbre azteca
y de algún desastre en forma de patrullero.
Se rimó así la primer hora del día:
todo rima igual, como caras de pasajeros.
Una señora con dos niños limpísimos
espera el camión bajo un letrero
de calzoncillos eléctricos, tan naturales
como para héroes de cómics y de Homero.
El humo de la mañana hiere los ojos
con espejismos de autos y barrenderos.
La naturaleza está bien: quedó lejísimos.
El cosmos se crea en los merenderos
entre gente de corbata o tacones altos.
"Superarse o morir". Te apuras o te jodieron.



ESQUINAS DEL CREPÚSCULO

Esquinas del crepúsculo. La noche
—si es noche la ciudad que hoy nos sueña—
en los labios risueña,
en los ojos reproche,
mustia se ve: sirena envejecida,
lujosa, fría y sola en la avenida.

Dulce bruja: me sé tus maquillajes,
tu más fresco neón que primaveras,
tus autos madrigueras,
tus fondas ancorajes,
tus juventudes lívidas —violentas,
insomnes pesadillas—; lo que alientas

—si es aliento el vaho de tus cristales—
de conciencia animal en quien te sigue;
los rojos nocturnales
del alcohol y del ligue,
la lenta soledad en que el cigarro
enciende su fanal de viejo carro.

En la aridez del sol sueñas la calle
y su resplandor de ferretería:
¡alza, noche, tu talle!,
¡prende tu algarabía
como un radio a las tres de la mañana!
Y sonríe, pícara y cortesana.

Vela la noche; la araña, su tela.
Barren las calles vientos policiacos.
Noche que se acuartela
y vigila con ojos de zodiacos.
Noche feroz de puñal y pistola:
¡Señores, el baile! ¡Muevan la cola!

Noche vieja, noche igual que todas,
la noche en que las vísceras florecen;
noche, cuando me enlodas,
noche, cuando me ves en
catástrofes de ayer y de cerveza;
noche rosal de apacible tristeza.

La luna en el espejo: me rasuro,
bruñéndome de luna el pensamiento
—si es luna lo que siento,
pálida como el muro
de un hondo cuarto recién alquilado—:
noche fantasma, ademán congelado.

ENVÍO
Dejemos que anochezca, noche mía,
te huelo llegar entre muladares:
noche de cañería,
de baños en los bares.
Blanca constelación de mingitorios
(oficios hay que son obligatorios).



EL MUCHACHO DEL CORAZÓN RABIOSO

El muchacho del corazón rabioso
como un gran pez en un acuario de vino,
como una gran uva macerada,
demasiado poblado de sangre y de futuro.

El muchacho del corazón rabioso
lagar de su propia angustia,
se pisa y se fermenta en círculos
de monólogos enmarañados.

Aunque mañana llegue el amor,
aun cuando mañana llegue el futuro,
¿quién le quitará a su corazón rabioso
la angustia de su enorme furia en el vacío?

El muchacho del corazón rabioso,
todavía niño pálido de ojos rezumantes,
devana en sus manos convulsas
el ir y venir de la vida que no llega.

Se ve al espejo como en una pecera,
su corazón un pez atónito de grandes escamas,
una hinchazón viscosa de sí mismo,
su corazón rabioso y la vida que no llega.

El muchacho del corazón rabioso,
víscera plena de cielo y de mundo,
toda su sangre rezumando,
y en torno el hielo de la vida que no llega.

El amor y el futuro llegarán a su tiempo,
cuando no quede rabia, ni corazón, ni muchacho,
en ese pez cansado que se fijará la corbata
frente al matinal espejo de su condominio pecera.



PROFECÍA DE XITLE

En la noche de julio de la Ciudad de México,
las altas aguas muertas suspendidas sobre nuestras cabezas
—un infierno líquido, ardiente lava de la luna—,
resquebrajan nuestras civilizaciones,
y caen aguaceros de lodo industrial y putrefacto,
un nuevo Xitle, sobre rascacielos y semáforos;
volveremos a ser enigmática arqueología,
pedregal de ídolos confusos;
ah, que la lluvia muerta, los cadáveres de la lluvia,
sepulten del todo nuestra ciudad;
que no quede letra viva que denuncie
sus errores y sus infamias.


SWEENEY SEDENS

The nightingale sings of adulterous wrong
T. S. ELIOT

Sorbe el café, apaga el cigarrillo,
se chupa los dientes, carraspea;
en ceniceros, colillas despanzurradas.
—Eso no. ¡El azúcar! ¿Quieres?
—¿Me compra unas flores para la señorita?

Doris juguetea con el popote, lloriquea;
acidísimo el jugo de naranja.
—No me entiendes; ya no; no entiendes;
ya no; no me; ya no me entiendes.
—¿Su cachito? ¡La lotería!

(¿Para-qué-tanto-andarse-por-las-ramas,-estúpida?
Pinches-viejas.) —Vámonos.
(Tus-sentimientos-de-revista-de-modas.
Hay-que-cogérselas-duro-hasta-humillarlas.)

Los reproches de Doris nunca acaban, lloriquea.
Sweeney se rasca la oreja, la nariz. (Carajo.)
-Sí, preciosa, ándale (carajo), ya no llores.
(Ya-sentirás-lo-duro-entre-las-nalgas);

No llores más, preciosa, anda, anda: ya vámonos.



CANCIÓN DE AYER

No sé lo que me pasa, pero pasa
que soy hoy más ayer que ayer lo fuera:
un ayer que se queda como era,
en una ajena y diferente casa.

Estar hoy en ayer a todas horas,
ser como ayer, y como ayer vestido
ser ayer más ayer que el ayer ido.

El ayer a deshoras donde moras
me encierra y retarda el día presente:
comienzo hoy a ser hoy a medio día:
cuando pasa, el ayer es permanente.

El hoy (que será ayer póstumamente)
me ve entrar en su casa, desvelado,
donde empiezo a tejer mi ayer siguiente.


PRÁCTICA MORTAL

El mundo disperso en torno,
aflojarme el herraje del cuerpo:
asomarme furtivo a los ojos
y distinguirme a lo lejos.

Calles y plazas sin simetría,
¿de dónde la armonía del pensamiento?

Dejo escapar mi conciencia
como el buen celador al preso:
—Déjese ir, compadre, ahora es cuando
tiene vientos favorables su cerebro.


LA MAQUINA DE PENSAR

Jaula desenjaulada, el cerebro:
se le escapan todos los pensamientos.

Las ideas adolescentes
huyen bellas, pronto y lejos.

Hijos pródigos y escarmentados
vuelven por temporadas
los pensamientos mediocres, pero correctos.

Sólo las ideas inválidas
habitan ahí tiempo completo.



SIEMPRE LISTO

Para sentir la integridad de su persona, concéntrese en su mano derecha.
Todo su cuerpo es ya su mano derecha.
Doble lentamente los dedos hasta cerrarla, apriete con fuerza los dedos hasta herirse la palma con las uñas.
Apriete todavía más hasta sangrar un poco y deténgase: ya es usted una sólida persona, sin titubeos ni blandenguerías.
No afloje, no respire, no estornude, no parpadee.
¡Listo!
Venga mañana por su fotografía.


MAITINES

He aquí que me despierto
como un asno de pelambre ajada.
Me rasuro torpemente
y me compadezco ante el espejo.

Yo, que antes de dormir,
y aun en el sueño,
fui un muchacho diestro y feliz.



CANCIÓN DESVELADA

No es sano andar de paseo
por estas calles grises
en plena madrugada.

Encerrado en un abrigo
y los ojos arenosos.

Arena, sal de luna
entre los párpados.

Lejos de la ciudad
y en otra hora
han de existir las Islas.



ACCIÓN DE GRACIAS

La delgada serenidad,
la clara alegría
de ver amanecer el día.

Ya nada peligrará
aquí ni en los alrededores.

Ver amanecer el día
con la dulce puntualidad
de tener en orden las pasiones.



POEMAS DEL AGUA

Colgarse de la vertiente de la hora,
hombre acumulado
y no caer;
sin decir, sin transpirar,
catarata inminente.

Más allá el viento enloquecido
hincha velas, astilla fuentes
y hasta los mirones se benefician
con salpicaduras de existencia.

Lejos ya de su vertiente
el agua es tarde clarísima;
a su orilla me fío unos segundos.

Así el viento en el viento
cuando sopla vaga brisa.

Estar junto al remanso
como otro remanso.



MUCHACHOS

Hay muchachos que están siempre como en jardines.
Ociosos y alegres como de paseo.
Van por camiones como por jardines.
Y ellos mismos son amplias vacaciones.
Claros y triviales como andar por jardines.



VENADITO

Ah ah venadito, flor del viento,
efebo de rock, ángel futbolero,
cómo alzas tu paraíso de barrio
cascareando con los cuates en la esquina,
frágil jardín, ojos nuevos,
esbelta naturaleza original,
todo primer día en mitad de la calle,
ya te venadean las patrullas,
ya crujen tus huesos
bajo patrullas macanas de la policía.

Ah ah venadito protestas delirantes
en la camilla de mierda y vísceras
de la ambulancia.



SE VAN LOS DIOSES

Había tumulto en las caballerizas:
todos los dioses escapaban.
Al amanecer, entre la bruma,
se oyeron sus relámpagos.
Decenas de brazos desgarraban la bruma
para desmontar a los jinetes terribles,
que no se fueran de entre nosotros,
y caían abrazados de jirones de bruma.

En este pueblo que abandonaron los dioses
ya no pasa absolutamente nada,
más que el hastío de viejos y solteronas,
y a cada nueva generación
—sobresalto a los tres lustros—
un nuevo tumulto en las caballerizas:
los adolescentes escapan entre la bruma
en busca de relámpagos y dioses,
como ellos, llenos de fuego y ruido:
de países donde de veras ocurra algo.

Huyen llenos de furia y arrebatados,
dicen que a la capital y a la frontera,
tanto los dioses como los veloces muchachos.
Aquí ya no ocurre absolutamente nada.



LA PALABRA TÚ

Nada está perdonado. La piel
duele cada vez menos,
como anestesiada.

No trato de recordar, pero hay recuerdos.
Tú importas poco, pero había cosas contigo.
Había calles largas que recorrer de noche
y alguna canción de éxito que ha sido desplazada.

La palabra tú significa lo que había contigo,
lo que no eras tú, lo que te acompañó algún tiempo,
lo que habría acabado de cualquier manera.

Porque lo demás
(o sea tú, y es una lástima)
existe todavía.



CONFESIÓN FORZADA

Como no puedo abandonarme a la nostalgia en horas de oficina, como en el restaurante y en el autobús se reirían de mi carota triste; en virtud de que los programas de TV están peores cada día y carezco de otra afición en que gastar las primeras horas de la noche: añadiendo a lo anterior que no es el mío un cuerpazo de galán y que mis éxitos amorosos no suelen ser masivos ni instantáneos,
vengo a confesarte que en estos momentos me gana la añoranza y que daría la luna por volver a verte.


CONSEJO SENTIMENTAL

No vayas a conocer el amor cuando tu corazón miserable esté deshabitado;
cuando tu trabajo ande mal, te asedien los acreedores, haya nuevo insoportable jefe en la oficina y estén a punto de lanzarte infamemente de tu feliz departamento,
no lo vayas a conocer, que no te lo presenten;
dile que padeces Mal de Parkinson o que partes a Europa para nunca más volver al día siguiente.
Porque si en esos momentos el amor se instala en tu corazón miserable, como una mujer entrometida que cambia de lugar los muebles y hace teñir de colores tenues las cortinas,
no podrás pertrecharte; no habrá fortines encajados en la cumbre inaccesible de algún risco,
te vendrás abajo con todos tus estandartes y nada quedará de ti más que un patético muchacho enamorado.



COMENZAR EL DÍA

En momentos desairados como este, la tristeza me distancia de mí mismo;
una lejanía inmóvil: me veo y me pienso como el indiferente panorama;
me saludo, me digo: "¡Qué lejos de tu corazón despertaste esta mañana!".
Un paisaje en que apenas suenen los árboles; el viento, además de brutal, sabe ser amistoso.
Pero no me hago caso. Me acompaño a mí mismo durante el trayecto en camión a la oficina,
juntos y silenciosos los dos como después de haber irreparablemente reñido.
"¿Qué te ha enemistado así? ¿Por qué te has separado de tu íntima, cordial naturaleza?".
"Recuerda alguna felicidad pasada y de inmediato serás el mejor de tus amigos".
Algo cómico ocurre en el camión, y yo y yo soltamos y compartimos la risa:
me entrego con entusiasmo a la jornada.


EL JUEZ INTENTA DISUADIR A LOS DIVORCIANTES

Andar consigo mismo cual matrimonio mal avenido,
reprochándose ser como se es, poniéndose los cuernos con yos ideales,
tal es la soledad; los demás no cuentan, no sirven,
no pueden ayudar en nada: cada cual es todos sus amigos.

No perdonarse los errores, ni la mente torpe,
ni los hábitos que ya hartaron: el no haber sido otro
y no haber conseguido lo que no se pudo, no se quiso o uno no se atrevió,
o aquello de lo que ni siquiera supo uno a tiempo.

Qué idílicas, entonces, las otras posibilidades de existencia
entrevistas hace años, como amores laterales recordados una década después.

Esos silenciosos melodramas callejoneando en el crepúsculo,
peleándose consigo mismo como en mesa casera,
complicadas discusiones con el grand finale del insulto
(por el que habrá que pedir disculpas un instante después:
—Es mejor olvidarlo, no fue eso lo que quise decir,
este pleito no vale la pena, etcétera.)

Y andar rencoroso con lo que se es y sin poder uno ni verse
cual matrimonio después de franquearse en la cena.
Tal es la soledad, y así de chusca; bien se podría, entonces,
intentar tolerar lo consumado
y asumirse uno —ni modo— como un hogar frío, conciliador y tranquilo.

(Y el último tren de tu personalidad ya pasó:
tristísimo raboverde tras un nuevo yo,
como sátiro tras niñas de escuela.)

Chantajearse entonces con la belleza de morir joven
y gastar la luna callejoneando con la idea del suicidio,
buena compañera, tan hirviente,
que se traga los conflictos, te desploma
en un sueño pesado
y diez horas después amaneces feliz y como nuevo.



CANCIÓN DE NATANAEL

Los alimentos estaban rancios.
A mi izquierda comía el cojo
y a mi derecha el tullido;
un bizco fungía de Copero,
en el oasis danzaban los tuertos
y un coro de perros cantaba al Amor.

Sin embargo tú, Menalcas, ¡ah,
el más irremplazable de los seres!



CANCIÓN DE ANDRÉ GIDE

Cuando hayas abandonado tu casa,
que no te encierren en sus casas los demás.

Encontrarás gente que busca
ser tu madre, tu hijo, tu amante,
tu hermano, tu perro servil.

Que no te encierren en sus casas los demás.

Y si constatas que afuera
todo es el lugar de los demás,
vuelve a tu casa, habrá fiestas.

Pero acaso logres ser tú el hogar de los demás:
su madre, su padre, su hijo,
su amante, su hermano, su amigo entrañable.

Y cada cual se instale en tu espacio
como en el hogar único y recobrado.



CANCIÓN DE EZRA POUND

Lo que mejor has amado
es tu fortaleza.

Sobrevivirá incluso
contra ti mismo.

Lo que mejor has amado
desautorizará a tus enemigos.

Desmentirá incluso
tus momentos de mala fe.

Sólo estás inerme
cuando amas con torpeza.

Lo que mejor has amado,
pese a todo, te define.

Prevalecerá incluso
sobre las demás definiciones.



NOCTURNO CONSTANTE

I
Absorta y seducida viaja la noche a encontrar a su cantor.
Hay quien ama la noche; hay quien conjura para que regrese la oscuridad,
hay quien durante el día canta a lo que viene detrás de la luz como sombra rezagada.
Hay quien ama al perseguidor del día.

La noche es solamente el mar de arriba, cuando es de noche.
Porque de día el cielo y el mar solamente reverberan, serenos y virtuosos,
poniéndose la marca radiante que los declara ámbitos de la luz.

Hay quien ama a la noche como el mar ama a la luna,
como la luna ama al mar que la devora.
La noche es un mar que refleja al hombre que le canta;
la luna es un hombre reflejado que el mar absorbe y asimila y transforma luego en su propio corazón.

El hombre que canta será el corazón de la noche.
La noche es un deleitoso acontecer que nadie cronometra,
es un calar profundo, una inmersión sin fin,
un replegar el pájaro sus alas
y brotar hacia dentro como flor maligna.

La noche no es la luz, sino su hambre:
sangre voraz que arroja sus hervores al carnicero hielo de los acantilados.
La noche es ir y venir de placeres tempestuosos,
violento regocijo de cuerpos que se encuentran:
reflejos instantáneos que se zambullen como tiros contra la eternidad.

La noche también es mar en calma
amorosa superficie de mujer que espera.
Suspenso de absorto cazador que acecha
a una víctima anhelante.

Así como la luna es el corazón del mar, el hombre será un ojo luminoso
en el centro de la oscuridad continua;
la luna es como un hombre cuajado y suspendido,
como un faro en la profundidad del mar que ilumina su propia luz
en la espesura del reposo constante.

II
La noche es también una calle interminable,
un laberinto de resonancias,
imaginario caracol que asegura la permanencia de pasos transcurridos.

La noche es un muro donde el caminante compite con su sombra. ¡Dulce seguridad la del hombre que contempla en vano su sombra fatigada,
que intrigado por sus pasos localiza en el blanco símbolo de su destino
el origen de su luz actual!

III
Cuando llega la noche, el hombre que la ha llamado deja de cantar y se entristece.
La experiencia le dice que habrá de pasar el tiempo,
le dice que es inevitable el nuevo amanecer,
que aún no le llega el turno de sumergirse en su noche
como luna helada en el fondo del mar.

Pero la noche es una metáfora irresistible y el hombre anhela
la excepción que ocurre solamente una vez
y se sueña exceptuado.
Siente —jubiloso— que la noche se prolonga:
se le hace larga su noche como si la eternidad fuera
un eterno miedo inútil al amanecer.

Hay quien ama el amanecer; hay quien ama
la reverberación de luces mentidas.
Y el cantor de la noche, cuando el amanecer llega
se descubre invulnerado, descubre que su noche
es un prematuro mar con un hueco blanco en lugar de la luna.
Y su nostalgia es una nostalgia de trovador desdeñado
que aprovecha el día para cantar.

El nocturno se instala en el día como ambición constante
porque también es la muerte un perverso gozar de la espera,
eterno avizorar el horizonte,
cuando de pronto el sol encandece en mitad del cielo
y el mar del día avienta luces a rebato.



LECTURA DE VILLAURRUTIA

El aire que respiro me ha hechizado,
los colores consumen mis pupilas,
la presencia del mundo me saquea,
inerme y desvelado ante las horas
en ver y respirar el mundo múltiple
agoto el aceite racionado de mi lámpara.

De tanto palpar todas las cosas,
la piel de los dedos se me acaba,
disminuye la acidez de la saliva,
la humedad y la lengua se me acaban.

Tanta voz, tanta música he escuchado,
tanta carne ha gastado tanto acorde,
he volcado tantas venas en la vista,
fue tanto el despilfarro y tan oculto
que yazgo en la sombra congelada
de la nieve.

Yo quise apretarme hasta el silencio,
congelarme en mi voz como en el mármol,
clavar en mi garganta la dura estalactita
y preservarme en el goce purificador
de lo frío.

Adelgacé la piel hasta la transparencia,
transparencia febril que sólo es huella,
huella que los ojos ya no captan,
huella de sedienta huella evaporada.



MIRAR DORMIR

EL OLOR de lo que corre bajo el agua
TODO es tan mudo como fluir los peces
BAJO tu piel específica
REINOS viscosos tienen vida secreta
AJENA a ti y a mí tu vastedad submarina
ERES más propiedad de médicos
AMADA piel tan conocida
Y SIN EMBARGO de noche tu piel se transparenta
ENIGMÁTICA respiración lejanísima
A TU SUPERFICIE me limito: te mueves, sudas, roncas.


ONCE DE LA NOCHE

Abrigados caminantes de labios vegetales.
Frías las estatuas y las fuentes.
Titilan en los charcos las luces de neón.
Un ladrón vigila al policía que lo vigila.
Hay pájaros dormidos en follajes de piedra.
Putas entumidas, retrasados presurosos.
Un travesti te mira fijo.


TRANSILVANIA

El deseo me vuelve pálido.
Noche en calle de ciudad.
Brillan neónicas las miradas.
Eléctricos anuncios comerciales.
Muchos lentos zapatos.
El deseo me vuelve pálido.



AZOTEAS

Navegan en la noche astas y chimeneas.
Unos metros arriba el mundo es astillero.
Y más arriba la luna, como bandera pirata.

Para los ángeles, la tierra esconde
sensualidades submarinas:
estamos en el fondo del mar del cielo.

El barco pirata entre las nubes:
—¡Al abordaje!, gritan los diablos
y los ángeles huyen
cual niñas de escuela.

Clavadistas expertos,
los ángeles
caen a la tierra.

Nada más submarino que la ciudad en la madrugada.
Los piratas cazan ángeles por calles desiertas.
Peces tristísimos, los desvelados.

En las esquinas hay gritos de ángeles,
carcajadas de piratas, arponazos.
Y en anteas de televisión se enredan
pedazos de alas
y unos celestiales calzoncillos elásticos.



LETANÍA DE MARINEROS
A Manuel Fernández Perera

El que triste mira que lo miras triste.
El que te mira de plano.
El de la señas oblicuas.
El que sonríe lascivo.
Quien se zambulle en la alberca.
El que no te mira.
El que ríe en el bar.
Quienes se besan a oscuras.
Al que le das un billete.
El que se aburre y ni modo.
Quien, como un niño,
se esconde bajo la mesa
cuando pasa muy serio su capitán.



NOCTURNO BAR, NOCTURNAS CORISTAS

Aúlla, ríe, mírate al espejo.
¡Cómo me gusta ser jirafa!
Ahora esa suegra de hipopótamo
canta una historia de alcoba que va más o menos así:
"Ya no volverás, amante, te has ido
mordiéndote los labios por una calle sola..."

Ésos de plano ya no se miden.
Ese prieto que echa bronca y golpea la batería,
tiene ojos de plato y de novio travieso.
Orangután simpático el pianista que bosteza.
Hay muchachos que cacaraquean.
Y yo ya no soy yo: soy ese pajarrrrito.

Río en esa silla como bebé satisfecho.
En esa mesa saco la lengua.
Fabiola dice que se llama Marlene
y hasta canta "Wenn die Soldaten
in den Stadt marchieren..."
Superniña... En otra mesa brindo por un amor
ni tan viejo ni tan amor,
y en el mingitorio cuento a la concurrencia úrica
las peculiaridades de tus íntimos delirios.

¡Olé, macucas! ¡Cómo rebrillan los belfos babosos!

Esa suegra de hipopótamo:
"Que dolía tanto recordarlo,
ay, recordarlo,
caminando solos por la calle sola,
por la calle, aaaay, larguísima".
¡Ya mídete, Superniña!

Mira a ésa con párpados de cocodrilo.
Las rubias que se sientan muy Marilyn Monroe,
¡que se mueran!
A lo galanes de veras muy galanes,
¡buuuu!

Aquí estoy platicando, allá vierto la copa.
Esto es la playa en mitad de un eclipse.
¡Qué calor! ¿Y la policía? ¡Tanto humo!
En el espejo del baño lloro tres lagrimitas:
ya tienes arrugas, y lonjas y... veinticinco años.

¡Atención: el show!

Por ahí se oye una amenaza seria:
"Si ésa te sigue molestando,
¡voy y le rompo el hocico!".



DANCING

La muerte como espejo de lava
—¿como espejo tras la barra?—;
un bar a la hora del cierre
sueña sus reinas degradadas,
pero todavía azules y gesticulantes,
entre mesas y sillas en derrumbe;
degradadas y coloridas en el bar
—¿como en un espejo de lava?—,
después del cierre, las reinas degradadas
y azules tararean danzones
que hace mucho rato ya no toca la sinfonola.



BUENAS NOCHES

Déjate dormir, descíñete la conciencia
y afloja el cuerpo mansamente,
confiado en sueños que no te harán daño.

Que la benevolencia de tu cuerpo distendido
te haga amanecer alegre y blando
con ganas de jazz y de martinis.

Y que las agradables, reparadoras cosas que sueñes
te mejoren el humor, pues de otro modo
no habrá mañana nadie que te aguante.



NOCHE CERRADA

Después del amor cundió la noche.
Arcángeles vampiros combaron sus plumajes.
Ojo de tuerto vampiro
LA LUNA.
Los amantes roncan como chisporrotear de hoguera.

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