viernes, 7 de noviembre de 2008

2.GARAÑÓN DE LA LUNA

GARAÑÓN DE LA LUNA



NEGACIONES

Insomne.
Latidos como potros.
En la ventana del deliro.

Sueño abjurado,
has vuelto a mí,
tus promesas
como garras en mi helada garganta.

Caer, caer dentro de mí,
mientras la fiera luna
gesticula
todas mis negaciones.

Todo lo no vivido.
Sólo lo no vivido nos condena.

Mis vacíos delirantes
giran en torno.
Insomnio,
centro de vacíos.

Se centran
los ecos del vacío.

La ventana
a las ventanas
lunares
del vacío.

Potros como latidos:
brama la luna
en el vacío.

Frente a mis ojos la llaga demente
gesticula:
la crueldad cóncava de lo que no he vivido.

Dentro del sueño,
el tribunal de lo que no he sido.

El hueco en yeso
de mí mismo.



LABERINTO

Gota a gota,
como teclas,
el piano de Medusa,
sus pisadas,
cabellera de plata,
arpa mental,
el silencio:
gota a gota,
tu propia música,
pero en piedra.

Como ecos,
la luna
aprieta mi garganta:
nada qué decir:
no se puede,
existencia cerrada.

Ojos duros:
observo
dentro de mí
abismos rapidísimos.

(Despertar ahora,
o la locura).

Decirle no
a la lívida
luna andrógina,
sus dedos fríos
en mis propios ojos ávidos.

Dentro del sueño
otro sueño,
y otro más profundo,
y dentro otro,
me lleva ¿dónde?

Huellas del crimen,
sandalias,
gotas,
teclas de plata,
cabellera concéntrica
de Medusa.

(Al centro yo mismo,
pero piedra.)



VERDE LA SIRENA

La noche, profunda,
sus pétalos interiores,
estrella en trance,
sueño de mí mismo,
medusa profética
de mis lentas aguas interiores.

Mi sueño halla su centro,
se contrae, jocunda rosa,
pozo de la luna y la marea,
mar concéntrico,
espejos circulares
de un equívoco paraíso.

Mis labios son el río,
mis ojos son la gruta;
se desnuda (verde) la sirena:
sus pestañas húmedas, como musgo;
sus ecos como estertores: me hablan:

—Un poco de delirio,
un poco de fiebre y ya está:
entre fantasmas y peces,
el paraíso.

Sus ecos como estertores,
la otra orilla, me dicen:

—Al fondo de la derrota,
de la enfermedad y de la caída
te aguardan, calientes,
mis reinos secretos.

La noche sumergida,
el vaso de los cuerpos,
ojos que me alzan,
mis labios son estrellas y lo saben.



BESAR LA LUNA

Luna, punta de fuego,
perro en tempestad,
luz dura,
manglar de estrellas que fermentan,
olor de lo que nace
y se pudre bajo las aguas;
cangrejo arisco, pájaro de agua,
estanque de la demencia,
alado pez,
ártico en llamas.

Tu silencio canta vientos metálicos,
arpas obsesivas,
dedos como alfileres,
lluvia que se concentra:
el cuervo grazna tu serenata de ecos,
negros incendios en follaje de sombras.

Dentro del mar crece inversa la hoguera,
fuego blanquecino con penachos de bronce,
blancas luminarias del oro del sueño.
Descalzo danza el delirio.
Luna, tus pies de hielo.
Tus ojos de marinero ahogado.
Dentro del agua toda la noche flameas.
Tiendes tus puentes debajo del agua.
Iluminas tus barcos debajo del agua.
Alzas tus garzas como orillas de espuma.
Alta marea, cabellera rápida.

Como labios de espuma suena tu canto lentísimo.
Tus garzas de vidrio son tu canto de espuma.
Danza la luna como garza que bebe.
Ondula el estanque sus pasos narcóticos.
Mutuas letanías, las olas se contestan.

Luna: tus crines ingrávidas,
altos sueños de palmeras inversas, encalladas, sumergidas,
desmelenadas sirenas se destrenzan: furibundas miradas presas,
danzan en círculo contra el cristal del acuario.

Luna: cervatillo espectral,
envés del alma,
beso que eternamente se hunde.



TODAVÍA

Llegar al corazón;
resbalar,
ir fluyendo
como vena roja en un dibujo a lápiz;

resucitar,
sentir;
ah, ponerse en pie:

Todavía,
por esta vez,
no se llegó a lo último.



MINUTERO LIQUIDO

Qué música tan delgada
sabe tocar el delirio.
Qué dedos suaves y exactos,
qué finamente hila:
cómo resbalan, precisos, sus cabellos:
gota a gota,
minutero líquido;
así se desangra la conciencia:
así palidece el rostro
y el pecho de un azul de pez
se transparenta.
Entonces, el vahído.



LIMPIO AIRE DE LA MAÑANA

Limpio aire de la mañana,
amo en ti
tu aroma reciente de tormenta.

Tormenta concentrada,
alzada en azul, en sol,
alquimia.

Éxtasis de cristal
en la cumbre de las batallas combatidas.

Limpio aire de la mañana,
alto
guerrero sólido,
ozono,
cifra breve,
grito de hurra,
próxima tormenta.

Oh tempestad, teoría de yodo,
apenas estrías, briznas
en el cristal de la mañana.

Pereza total de la mañana,
página donde asentar
la escritura del trueno.

Silencio
que ya ocupa mi grito.



SEBASTIÁN

Una majestad cadavérica,
aún flor de fiebre,
todavía animal que se debate
en las redes del delirio
contra sus cazadores bien armados.

Torpe, feroz animal,
cómo te punzan.

Estelar y resplandeciente
en un instante de locura,
el mundo erizado en demencia,
el universo afiebrado,
sangrante y brillante en tus heridas.

Sebastián entre las redes,
cómo te flechan.

Carne que finalmente estalla,
rocío en los párpados de la muerte,
sangre final y sin nadie,
ebria rosa entre mil espejos
en cada rebrillo de tus ojos extáticos,
rosa desorbitada
en cada pétalo de tus heridas.

Abismos de ti.
En tus sueños te sabes
asaeteado por la razón:
los soldados de la razón,
las marchas fúnebres de la razón,
los paredones de la razón.

Dentro de ti, lleno de abismos,
víscera empavorecida y atrapada
entre los perseguidores de tu delirio,
alzado en un hervor de plenitud,
mazorca de heridas,
hurra de todas las sangres,
espuma de tus sentidos acuchillados,
rostro fijo de bestia demente y sin gritos,
demencia muda,
que no te habías visto jamás,
que nunca podrías permitirte,
que aun dentro del sueño
hay que asesinar.

Cómo te asesinas en tus abismos
y abandonas tu propio cadáver
en los entreflujos del sueño.

Floreciente tras tus párpados cerrados,
majestuoso y como agónico,
fruta voraz,
escuchas como un vahído
las botas militares de la razón,
las botas sacerdotales de la razón,
las botas patriarcales de la razón.

Ahíto, te sobresaltas,
atragantado de tu abismo,
crujes dolorosamente en tu silencio,
sudas, jadeas, te salvas,
flotas entre tu propia resaca,
te alcanza al fin la orilla:
lo has perdido todo.


MUCHACHO MAR

El verde mar lleno de pájaros dorados,
de gritos alados allá dentro,
musculadas aguas luminosas,
sonrisas de espuma, gargantas de espuma,
harapos de pájaro y sal en las orillas;
plumaje mar en la rompiente,
todo silencio menos el mar obsesivo,
y las barcas como grandes peces averiados.

El tremendo mar que crece al cielo,
conflagración de oscuridad y lluvia,
astros como ojos de peces tras las nubes,
luna ácida, ósea, vacía: la luna de la duda
y un olor de cuerpos podridos y renacientes,
de pescadería y manglar y cuerpos que se abren
y selvas y mares brutales bajo la tormenta.

El lento mar de la sangre y el sexo,
la sangre mar insomne en los dormidos,
la sangre mar sonámbula en los despiertos,
la sangre secreta de apremios acezantes,
flor viscosa, estrella giratoria,
el mar de dentro en las rompientes del pálpito,
el pájaro preso de alas urgentes,
urgentes alas del amor, casi suicidas;
el mar en el pecho con fragores de víscera
se rompe ahora en tus ojos, ¿lo miras?

Amanece el día en tus ojos líquidos,
verde mar que despierta, ojos serenos,
todo alas tu alto mar de sueños solares,
renovada limpieza en tus labios tímidos,
¿hablas? Sonríes como alba rápida en el estanque,
se diría que vas creando tus paisajes,
eres más verde que los verdes árboles relucientes;
me veo en ti, cisterna fresca, y veo tus sueños
que aletean entre las ramas y se esconden.

En esta ciudad como gran barco petrolero
bombardeado, al fondo de un mar aceitoso
de naufragios acumulados, de calles albañales,
en esta tubería de ciudad mar, resplandeces;
eres, en ella, otros lugares y otras cosas,
en medio de ella eres salvarse de ella,
dentro del asfalto prometes todas las vegetaciones;
cierro los ojos y sigo tu barca,
tu frescura de ángel inmune a las desolación.

Una gran fiesta del mar tus piernas doradas,
las promesas deportivas de tu ropa
ajustada, limpia, estallante de colores,
tu esbeltez de pájaro que se clava en el mar,
eres el mar tú mismo y sus pájaros dorados
gritando allá dentro, bajo sus musculados resplandores;
eres la playa y la rompiente, los guiños de espuma,
tu día se demora en litorales y zodiacos.

Te miro pasar, muchacho, y te celebro.



GARAÑÓN DE LA LUNA

A Jorge Olvera Ramos

Volcados en la espuma de bronce, viscosidades natales,
como la luna que cruje en un lecho de despojos,
en su hoguera miasmática y nutricia;
cárceles del deseo, dentelladas del delirio,
lluvia de crines agrias fermentadas,
relámpagos verdes del sueño.

Yeguas, olores fantasmales en las escalas del aire,
verdes brumas, gasas verdes, arborescencias,
brisas de víscera, sirenas,
cristales, prismas de niebla.

Garañón de la luna,
conmoción de espuma su bronce leonado,
respiración genésica,
ojos de cuchillada en playas irreales.
Aguas intestinas, claros verdores del alba,
el mar mismo pero lunar y macerándose,
el mar dentro del mar, obsesivo
como bodega o sumidero de frutos destripados;

establos de la luna,
paren y se lamen las bestias cabizbajas
en una hora hipnótica y submarina;
huertas de la luna,
vientres vegetales que raja la tormenta: belfos,
espumeantes sumideros de bronce.

Torturada entre algas y espejos afilados,
densa de esfínteres y amapolas,
parturienta la luna,
ecos de sus vagidos la marea;
yegua blanca bramando,
astrales fluidos lechosos en el horizonte del alba,
enjambre narcótico de yeguas
que se aparean a dentelladas de bronce,
rabiosas yeguas blancas en el manglar del alba,
inmolado garañón final ensangrienta el alba,
luna masculina y guerrera de mitologías extranjeras.

Blanco garañón de la luna, blancas yeguas,
resumidero de bronce la orilla del mar,
noche rota, grupas descuartizadas,
albañal de nervios y crines al amanecer,
puestos a secar al sol,
carroña de la luna junto al mar
con sus atareadas colonias de cangrejos.



CIEGA LUNA

Ciega, la luna
tambalea sus lámparas,
como pies desnudos
que desandan las mareas;
el crujido del viento
es chisporroteo de espuma entre las rocas
o pasos numerosos en la hojarasca;
van y vienen las olas bajo la luna,
pierde la luna y recupera sus pisadas,
suma y resta reflejos fragmentados en la marea;

luna descalza, tropieza la ciega luna
en cada ángulo de las aguas;
rebrilla en todas las aristas del mar agitado,
se hunde y asoma en los crujidos del viento;
pupila ciega, luna rota en mil cristales,
pedacería del agua, prismas y rebrillos
de un espejo innumerablemente fragmentado;
lunas náufragas al mismo tiempo gritan auxilio:
¿quién anda contando las lunas
—tejer y destejer cifras del delirio—
en cada luminoso cristal, ángulo de espejo,
arista, lengüeta del agua?

Luna, pedacería del mar, demorada entre tus sombras.



CRISTAL DE LUNA

Dentro del estanque, tú mismo en el estanque,
fértiles aguas tus ojos líquidos,
tú ya ni el soñador ni el soñado,
vertido ya del todo en tu sueño oscuro,
ya todo edad de oro e infierno sin escape,
Endimión: tu cuerpo trabajado por el sueño,
amado desde dentro, flor de luna, manantial de luna,
por el beso apremiante de tu sueño,
tallado en el cuerpo adolescente de tu sueño,
todo olvidado, todo recuperado, todo aventura,
sueltas luces poliédricas de tu cristal de sangre,
río del mundo, todo navega.

Almendra de ti mismo en todos tus mandalas
(eres, Endimión, todos los ríos),
todo aromas úricos, todo muertes y procreaciones,
Endimión, desatadas en ti las divinidades del sueño,
azarosas y gesticulantes, desmelenados en ti todos los riesgos,
calle del crimen, aullidos de cristal en la garganta,
diamante del pánico, diamante del orgasmo.

Qué extraño el mundo, qué estupor, qué angustia.
Saltan dentro del sueño las vegetaciones primeras.
Santuarios de moluscos crean la luna.
Luna, colmena de guerreros y sirenas.
Amantes de la luna, aguas lustrales.

Dentro del estanque nocturno un vahído de luna.
Te pierdes cada día y renaces, bautizado, originario,
despojado de ti, Endimión, invadido de mundo,
florecido de más allás y más acás del mundo,
nuevo, poseído por quimeras del primer día,
arruinado, poseído por quimeras del último día,
todo sueño es el primer día, todos tus sueños el último,
todo tú el final y la novedad de la vida,

llegas con lirios, algas y guirnaldas a la orilla,
guirnaldas de hierbas de la gruta de las quimeras,
duermes y mueres y siempre estás naciendo,
naces toda tu noche toda tu sangre en tu cristal de luna.



COATLICUE AÉREA

Los dioses tienen hambre de ser animales.
No les bastan las estrellas ni los ángeles.
No les consuela su aérea geometría,
ni su aliento de nubes muy altas y presurosas.
Buscan el olor de los establos
y de las calientes bestias jóvenes.
Espían el parto espumoso de las fieras.
Se dejan crecer garras y colmillos.
Ya son águilas y jaguares rabiosos.
Ya son más toros que los océanos fermentados.
Ya son fieras de fieras veinte fieras apareándose
Ya son un monolito intestinal.
Un hígado jubiloso de manglares.
Una sola fiera populosa y frenética con sus vísceras en flor,
todas las fieras una fiera en canal, en descuartizadero.
Ya son casi el hombre, ya casi se entrecruzan
con el lamento animal de hombres cuando se aman;
tristísimas las nubes van pasando
altas y presurosas con sus dioses hambrientos.
(Qué jadeos en el tenso crepúsculo.)

Solían ser las nubes teorías de dioses sin establo,
sin juventud, sin plumas;
solían ser grecas y contabilidad de los astros;
eran las nubes geometría innumerable
de dioses sin reptil, de dioses sin juventud,
de dioses sin fango ni plumas.
Geometrías sagradas vagaban como teorías
de dioses que abocetaron la carne feroz
y no le dieron alcance.

No obstante, ahora, forman muecas zoológicas
las grandes nubes, grandes monolitos aéreos:
asoma el sol proyectos de oso-colibrí, de águila- mandrágora.
Qué gestos tremendos van haciendo los tristes dioses,
qué ferocidad impotente de ancianos locos en delirio
que vagan soñando sus pasiones de juventud,
en trazos de niebla se esculpen impetuosos y jóvenes.



ABRACADABRA

Embrujadas, devueltas a su eco,
azoradas sirenas tambaleantes,
labios de sangre y espuma,
las palabras, las palabras
escupen ebrias profecías
para nada, para nadie.

Endimión, ¿lo has escuchado todo?

¿De qué sirve, a quién interesa
el sueño, sabat de palabras
que nadie recordará jamás?
Ni otras sirenas en otro sueño
darán con su significado.

Danzan como delfines, platinadas,
verdes, aceitadas, colas espasmódicas,
brujas marinas, brujas crustáceas
de la luna.

No abandones, Endimión, tu cámara secreta
de tahúres ecos sin espejo;
fuera de tu sueño nunca hay nada;
aquí y ahora
tampoco nunca sucede nada.

Ecos, conjuros, abracadabras
en un yodado silencio de marisma,
resonancias muertas de naufragios
como pálpito de moluscos.

Bisbiseo de quien duerme:
todo dentro ocurre,
nada nunca significa nada
sino contracciones inmersas,
gestos y lamentos de quien duerme.



IMANTADOS PECES

Fósforo de ojos que no miran.
Abismados peces.
No se respira bajo ese mar.
Imantados peces.
Ojos en su grito de náufrago
atrancado en la garganta.
Bajo el cristal del sueño
nos recordábamos erróneamente vivir
y olvidamos.

Circunavegan las quimeras,
los estandartes, las escamas.
¿Quién estuvo ahí?
Todo es fósforo en la niebla.
Aguas de fuego peina la luna.

Todo felizmente reina
como mareas cepilladas,
el mundo felizmente escapa;
vacíos, los peces
lavan sus ojos de toda imagen,
nunca han visto nada,
olvido bautismal,
qué libertad, qué estreno
de garzas heladas en aires vírgenes,
en altas espumas resurrectas.



CATEDRALES SUMERGIDAS

Todos los destinos
que no navegué
cantan en mi alma
como ciudades sumergidas.

Tu sonrisa, alta puerta al vacío.

En el sueño recibo
amenazas cifradas
de mis ciudades sumergidas.

Letrero en la barda, tu sonrisa.

Tu sonrisa,
a caballo,
en labios azules.

El ángel de mi muerte
apresta su batallón
desde la más profunda
de mis ciudades sumergidas.

Cabelleras en mástiles, tu sonrisa.

Todos los destinos no navegados,
campanas de duelo
en mis catedrales sumergidas.

Olas como párpados, tu sonrisa.
Mi sueño, el jinete prófugo
—verde traslúcido— de tu sonrisa.





BARCO DE LUCES

Todo un barco de luces
la juventud,
toda la noche entonces
río arriba.

¿Quince, diez años atrás?

El propio río
gran barco de luces,
con toda la noche a bordo,
luces y luces arriba.

¿Diez, cinco años atrás?

Y un gran pitazo,
una llamada urgente a embarcar,
que de repente, con un vuelco,
el propio corazón resuena.

¿Cuatro, tres años atrás?



SIRENA SARDINA

La muerte, sardina podrida,

sirena de atarjea,
perra en celo:
como en un lote baldío,
apesta en tu pensamiento.

Entre los pliegues de la rosa,
sirena oculta,
destila sus mieles,
la noche yegua negra
de párpados amplios.

Todos los perros sarnosos,
relámpagos sórdidos,
ángeles terribles,
la cortejan, la cortejan
en tu pensamiento.

Pozos podridos, plantas enfermas,
hongos, tumores callejeros,
todo el aire una cárcel,
amantes en la ráfaga,
calzoncillos insultados, por ahí,
entre latas de cerveza;

señores del insomnio y de los pasos,
altas mareas del bar,
mejilla de la luna, cabellos de la luna,
sirenas de policía, caos
de una equívoca estrella
chorreada porque sí, en cualquier acera.

La carne a punto y la noche afuera.



OJOS COMO GAJOS

En el cántaro
del sueño
canta el cráneo
concéntricas
cavernas.

Escamas como espumas
macerado vino
bebe el labio,
poliédricos lagares,
madréporas.

Órbitas en cántaros,
ojos como gajos,
frutas del sueño
en manteles como sábanas:
el vacío, esa mesa.

Abejas sanguinolentas.

Las manos perdidas,
los dedos como exhalados,
tocar el rostro que huye
en las revueltas del sueño;
los ojos fugitivos
en las espiras del eco,
el silencio con vahos dibuja
el hueco del rostro perdido.



ARPAS DEL FRÍO

Atardecer:
Luna de ojos vendados,
coronada de abejas.
Ámbar sanguinolento.
Membrana de flor
bajo los párpados.

Casi el fin, casi
la ceguera.

Aire negro,
espejo negro,
viento en los párpados,
briznas de luz, briznas de sal,
manos siluetas,
florescencias del frío,
lámpara temblorosa,
la rosa del frío,
beso.

Manos como ramas,
nudos,
arpas del frío,
el tacto suena.



SANDALIAS EN LA BRUMA

Los largos gritos de la muchacha
en las azoteas de la luna.
Un radio que se desgarra.
Aullidos transitorizados.
Sorda la noche espera.
Fondos marinos, recodos como cofres.
Todo dislocado en cristales instantáneos.
Hilos de bronce, madejas resinosas, estrellas.

Arabesco de cristal dentro de lo oscuro.
Escalas de bronce, brazos de la luna.
Dedos de bronce, yemas, goteos.
Las azoteas como puentes
de luna a luna: la misma hora,
sandalias en la bruma, siluetas de aceite.
Las calles ríos, de azotea en azotea.
Los largos gritos de la muchacha.
Rumores de radio y erizados gatos que fornican.

Noche ciega de pies fríos,
detenidos. Relámpagos cristalizados
dentro de los ojos.
Nos vemos flotar, iluminados y náufragos.
Ramas de la nada, redes eléctricas,
peces agónicos, orgasmos.

Desde las azoteas, canales turbios de la noche,
los callejones: silencio estancado.
Lunas de bronce rielan en el asfalto.
Invisibles muchachas gritan sobre barcas borrosas.

Ramajes de la luna, asfalto donde la luna
escribe vuelos de pájaro.
Guirnalda oscura de flores fermentadas.
Juegos de palabras bisbiseando en labios carnosos,
entreabiertos como orejas.

Verdosos puertos a lo lejos.
Equívocos horizontes llameantes.
Rescoldos a lo lejos.
Muda, la noche, sobre el espejo roto.
Vahos, gente sin ojos, rostros exhalados.
Muertos sin viento, manos sin uñas.
Fantasmas como banderas, humos.
Besos, brasas, destellos.

Noche: tus senos de sombra,
tus blancas piernas a nado.
Bardas como lechos.
Mujer desnuda, lunar,
caminas intensísima
al borde de la acera.

Ángel loco animal entre semáforos.
Radios lejanos.
Largos gritos de muchachas.
Espigas sombrías, lirios hipnóticos.
Desiertos del eco,
ecos como lirios en peceras.

Lirios peces debatiéndose, labios entre redes,
ecos vísceras del vahído.
Florales párpados, helechos
del vahído.



MASCARA DE ÉTER

Resplandor descompuesto,
invierno de ángeles antorchas;
vegetaciones de oro, jugos negros,
altas serpientes de la noche,
un ángel de estercolero te lame los párpados;
vapor de maderas, dentelladas de salitre,
ojos desdoblados, sin testigo ni doble;
racimos de murciélagos, amantes anudados,
sombras abrazadas de largos brazos,
un ángel estibador rasguea tu guitarra;
mordeduras oxidadas en manzanas,
sonríe la sal en labios reventados,
savia úrica, escarcha de pestañas,
bosques movedizos, embriaguez subterránea,
reír de esquinas: en el zaguán de la noche,
sombras desposadas, espejos con fondo negro,
ángeles de carnaval disfrazados de amantes,
mordeduras nítidas sobre una máscara de éter.

Danza sobre el mar, marcha en la llama,
fuentes bajo hojarasca, venas de sepia,
surtidor de sombra en desiertos de cristal,
hierbas de la muerte o del parto,
hilillos de sangre o cabelleras,
luna roja en la roja enramada,
tu muerte bebe su muerte de tus labios,
tumba que asciende entre los árboles altos.



ARDE UN ÁNGEL

En tus ojos revueltos arde un ángel
equívoco, como una quimera.
Si arrancaras al ángel, tus ojos, rotos...

Todos tus amigos del sueño, todos tus ángeles mudos,
naufragados en el fondo de tus ojos.
Sus miradas terribles dentro de tu mirada,
en el espejo, te hacen muecas.

Si arrancaras sus muecas terribles, tus ojos, rotos...
Hay princesas y golondrinas en el cristal de tus ojos,
como un cofre hundido con naranjas y diamantes,
fragmento lunar, carne luciente,
todo es más colorido, más rápido ahí dentro.

El sueño acerca un espejo a los ojos de tus ojos.
Usan túnicas marinas tus ángeles equívocos,
desnudas como cadáveres bailan sus princesas,
con trenzas más verdes que las estrellas del alba;
golondrinas de diamante picotean tus pupilas.
Si los hicieras callar, tus ojos, rotos...



PAISAJE A TODA VELA

Ángel,
lleno de brazos,
árbol,
por todas partes
apuntalando el viento.

Por todas partes,
ángel,
ramas,
exhalación de aves,
hojas,
tersura de ángeles,
ángeles nervaduras,
geometrías,
jugos de existencia.

Árbol,
ángel vertical,
proa,
mástil
del paisaje a toda vela.



LLUVIA VÍBORA

Centinela
a las puertas de la noche:
estrella
perdida podrida al fondo del estanque.

Anclada,
roca viva
contra olas calcinadas.

Anuncio
del más allá de la noche.

Estandarte:
nadie en la noche te encuentra.

Lluvia
negra en mares negros.

Lluvia víbora:
falda vegetal, bestias verdes,
ocultos entre víboras selva
-tamizado silencio—
los enmohecidos dioses.

Musgo, acera
de las lechosas calles de la noche.

Antorcha de víboras:
enarbolada más acá,
noche en la noche,
en la cresta del sueño
gesticulas.



GRAZNAN LLAMAS

Soñarse, pero muerto,
reformado e inverso
como reflejo en el agua.
En su agua brillan las llamas.

Uno mismo, pero sordo,
tamizado,
por un aire de hielo
bien metido en un espejo,
y quererse ayudar, pero el otro,
allá, alucinado.

En su hielo graznan las llamas.
Uno mismo, pero ciego,
mirándose hacia dentro,
perdido en su eco,
clavado en su abismo
hasta las orejas.

En su espejo se abrazan las llamas.
Quererse hablar
con mandíbulas
trabadas.

El sueño late en los párpados.
Silencio, esponja de ecos,
borroneo de murmullos.
Hilillo de sangre
en los labios de la noche.



FOGATA EN VERDE

El fuego, árbol todo lleno de manos,
todo escritura de mil manos, navajas en los puños;
danza de piernas incansables, cada paso todos los pasos;
mil ojos en cada hoja, en cada rebrillo mil miradas,
y entre sus ramas, atenta: la salamandra.

Sol vertical con viento, casa del fogonero,
ascuas como frutos, floraciones,
cada pétalo cien flamas, cada fruto introspección
de llamas anudadas, cada jugo un sol líquido,
resplandor de resinas, surtidor flameando.

Paisaje enarbolado como antorcha,
ángel todo antorcha, torre de resplandores,
venadito de alta cornamenta, enredadera de astros,
como peces metálicos parpadean tus aves,
una sola mano pura llamarada, cabellera entre corazones,
cada rama una cuerda, cada nudo una brasa.

Barco con estandartes de incendio,
oriflamas de pájaros, iridisaciones de pájaros,
hojas como ascuas, reverberaciones vegetales,
fogata en verde, oro sobre verde,
fiesta de sombras, negro sobre verde.
Sólido relámpago, glifo ardiente,
alto dios en su crepúsculo, inmolándose;
confesión multitudinaria de voces agolpadas.

Hoguera fija, árbol estatua del fuego,
lanza de luz llena de noches,
candelabro de bronce crepitante de pájaros.



BEBEDOR DE BRUMAS

Marinero de espumas, abofeteado
por sus propios sargazos,
todo el mundo tras sus párpados;
soñador de pulpas rosadas,
menos real que las brisas;
las olas, muchachas de agua,
mareas, nudos de piernas;
náufrago, bebedor de brumas;
él, más frágil que las brumas,
evaporándose entre ellas, exhalándose.



LIRAS

La noche con sus ruidos:
un pardo palpitar de malos pájaros,
de ojos sumergidos
en las cuencas acuosas de los párpados;
la gente adolorida por las calles
agolpadas de muslos y de talles.

El tarro de cerveza,
la pimienta, la sal, el cenicero;
la pareja, la mesa,
la cartera, las ingles, el mesero,
y sobre el cristalón del restaurante
se besan y separan los amantes.

Y con relojes pasos
(Salón de baile: álgebra en tacones)
volátiles abrazos
(latir brasieres entre pantalones)
multiplica la noche, suma y resta
(cuerpos lunas que son sones de orquesta).

Caja registradora,
las cifras tintineas, y los billetes
(corista tú canora)
entre pechos (sonríes) rápida metes.
Y en brindis de rosadas pantorrillas
te pierdes en un dédalo de sillas.

Amores digitales:
lentas, secretas, húmedas caricias,
los amantes carnales
en el cine de barrio dan primicias:
la chamarra del novio sobrepuesta
sobre pechos de novia que hacen fiesta.

Coloridas y frías
la ciudad enarbola sus banderas:
labios, ojos y encías
en anuncios neón (las primaveras
urbanas de altas flores comerciales:
braguetas frutas son monumentales.)

En baldíos oscuros
(bullicio de basura con el viento)
los amores impuros
encuentran soledad de apareamiento:
pedregales con latas de cerveza,
bardas rotas cundidas de maleza.

Cazadora, la luna,
como la vieja Diana de la fuente,
de pronto lanza alguna
flecha mambo de amor con aguardiente,
y al perfil de sus muslos repujados
van suspiros, van señas, van recados.



NOCTURNO DE JUAN LORENZO

En instantáneas de sueños, bajo luces mortecinas, ángeles azules de mezclilla y camiseta recortan perfiles de amantes fantasmas,
Detenidos en un encantamiento de geometría, casi eternizados en un signo de interrogación, húmedo de reverberaciones opacas;
Desfallecidos en rincones extraños, con músculos sombreados, suaves; menos ellos mismos que sus reflejos prismáticos en la luz líquida de las pupilas que los enamoran;
Ángeles en espera o de prisa, atónitos o en saltos de resurrección, con un enigma espectral y silencioso en sus cuartos vacíos, reinos geométricos, hoscos paraísos como escenarios abandonados del teatro,
Conservados en su instante limpísimo de alta soledad, gallarda y sólida;
Ángeles nadadores cuyo rostro es todo el mar, cuyas brazadas son todo el oleaje y cuyos torsos toda la luz;
Cuando el David emerge, glorioso, de una alberca escolar o se fractura en los planos de las cuerdas de un ring;
En la noche planetaria las figuras florecen solas y fragmentadas, segmentos de cuerpos en un ojo de espía;
Olas como nubes, y el nadador entre las sábanas, en naturalezas geométricas que no admiten la gravedad y todo en ellas vuela;
La cintura y el cuello y los labios vuelan; los zapatos tenis son un poco aves y las piernas remontan parajes de tragedia o de idilio;
Ángeles casi abstractos en sus episodios de un pedazo de sillón, de un laberinto de muros, de alfombras y calzoncillos;
Rompecabezas aéreo: rostros que se reiteran, desdibujados por el sueño, todo sombras grisáceas;
Cuando el que acecha se distrae, el cuadro queda vacío y las figuras, cumplido su instantáneo vaticinio, andan por otra parte;
Tijeretazos del sueño, y después el papel en blanco.
Y nadie hay en la alcoba sino la geometría.



OLEAJE DE MUCHACHOS

Todo clamor de espuma.
Euforia de blancos pájaros
a la orilla del agua.
Despertar de pájaros
limpios como albas.
Adolescentes de horas enteras.
Nada para mañana.
El hoy olas de jazmines.
Todo el ahora ahora.

El mar todo risas
de dieciséis años.
Todo el hoy aceites.
Brillor de ojos rasgados.
La playa esbelta como un chico.
Todo el hoy doradas palmeras.
Dientes nuevos de manzanas.
El mar con sus dientes nuevos.

Dorada la playa
como un pájaro al sol.
Grazna la espuma con júbilo
como chicos que patean la pelota.
Festín de pájaros.
Revolotear del origen, la pelota.
Todo el mañana es hoy,
redondo y abierto de frutos.
Todo el ahorita ríe
con sus frutas abiertas.
Me guiñan los dientes del ahorita
entre labios como párpados.

La pelota al agua.
Batir de nubes o pájaros
en ropa deportiva.
Flamean como banderas
los torsos nuevos
y sus camisetas.
Oleaje de muchachos.



VERANO DEL 91

He sentido la muerte.
No me pregunten por qué.
Era una lengua de gran gato
sorbiéndome el cerebro.

Sentí sus pelos rápidos
detrás de mis ojos,
dentro de las orejas.

El mundo se me caía
conforme me tragaba sesos
y filamentos.

Esperé que fuera una pesadilla
y yo estaba bien despierto.
Esperé morirme en seguida
y todavía ando por aquí.

Pero supe de esa gran lengua de gato
sorbiéndome el cerebro.

A veces creo que vuelve otra vez
cuando me acuerdo de mi madre,
de un amigo muerto.

Me está llamando:
escucho el llanto sofocado
de mis grandes pedazos del corazón,
sus rehenes.

Escucho su llamado de gato enorme
deshaciéndome las redes
de mis adentros.

Con tan grandes pedazos del corazón
en el más allá,
¿por qué asombrarse
que nos ande lamiendo,
sorbiendo, royendo el cerebro
una gran lengua de gato?,
¿que un montón erizado de pelos
nos ande trasegando
el caracol de las orejas,
el nudo del corazón,
ombligo herido,
el revés de los ojos,
luces sangrientas,
y toda la ya perdida
—adiós, vida entera, adiós—
solidez de la razón y de los nervios?



CANCIÓN DE CESARE PAVESE

A Luis Miguel Aguilar

Lo que más secretamente temes
ocurre siempre.

Desecha a tus enemigos secretos:
son grandes banderas
de lo que temes.

Nunca esperes nada:
la más secreta esperanza
es vocero de tu temor,
ya anuncia la llegada
de lo que más secretamente temes.

Siempre ocurre
lo que temes más secretamente.

Jamás tengas un mañana:
el futuro es tu enemigo,
aun el próximo minuto
sólo viene con lo que temes.

Jamás te acuerdes de un ayer:
ahí está tu tesoro, tu carne
y todo lo que habrás de perder,
como tan secretamente temes.

Que sean tus sueños en blanco
y tus días limpios de tiempo:
destruye también secretamente
el amor, el sueño, la sonrisa.

O no escribas más: sólo el acto
que más secretamente temes.

Llega fríamente tu liberación
que tan secretamente temes.

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